miércoles, 6 de marzo de 2013

Ella


Mi madre es una de mis lectoras del blog. En un principio me planteé la conveniencia de decirle que estaba escribiendo una especie de diario en red. Le di muchas vueltas, la verdad. Pero, sinceramente, hay cosas que prefiero que lea a que yo se las cuente. Y no porque ella las ignore, que estoy segura de que sabe mucho más de lo que yo me creo. Pero hay cosas que contárselas... que... Pues eso, que prefiero que las lea. Y luego, si cualquiera me podía leer mis opiniones y, muchas veces, mis sentimientos, ¿por qué mi madre no iba a poder hacerlo?


mama


Ayer, bromeando con ella, le dije que algún día le escribiría esta entrada. Que pondría lo preguntona que es [...] Pero, ¿si no me preguntara ella quién lo haría? Ella, a la que muchas veces tan poco caso le he hecho. Mamá, si realmente hubiera seguido algunas veces tus consejos, ¿crees que ahora estaríamos aquí? Y eso que en alguno sí te he hecho caso. Ella, que es la tierra firme, ahí donde puedo volver cuando me ahogo en un vaso de agua. Y tú sabes que eso ocurre en muchas ocasiones, a veces, en demasiadas. Ella, que me habla con sinceridad, sin tapujos ni medias tintas, aunque me fastidie escucharlo... ¡¡Y cuánto más reconocerlo!! Ella, que aunque dice que es arisca, después de rogarle un poco me deja abrazarla como si fuera una niña pequeña. Anda, dame un abrazo, Carmen.

Ella, la de la paciencia infinita; el perdón absoluto ante mis salidas de pata de banco y mis exabruptos; la generosidad eterna; la gran sabiduría (esa que no dan los estudios, sino la experiencia); el apoyo firme y continuo.

Ella: mi madre.

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