El viernes estaba sentada en un banco del hospital. Llegó una mujer con su hija. La niña no podía tener más de cinco o seis años.
A mi izquierda había dos asientos, en uno tenía colocado mi bolso y el siguiente estaba vacío. La mujer le dijo a la niña que se sentase y la niña lo hizo justo entre los dos asientos libres. Yo quité el bolso por si quería sentarse la madre a la lado de la niña, pero la madre reprendió suavemente a la niña diciéndole que debía sentarse correctamente en uno de los dos asientos, no en el medio de los dos. La niña se sentó correctamente y su madre se sentó a su lado. Al par de minutos, la niña, silenciosamente empezó a llorar. Su madre le preguntaba el motivo de sus lágrimas y yo, que cuando veo a un crío no me puedo resistir, le dije: "venga, muñeca, que tú eres muy grande para llorar". Me miró. Sus ojos castaños enormes estaban fijos en mí y a mí lo único que se me ocurrió, mientras ella seguía llorando, fue empezar a acariciarla. Como si fuera un gatito y yo la estuviera acariciando con las uñas, despacito, por esos bracitos de nena pequeña.
Después de unos minutos, paré de hacerle caricias. La niña ya se había tranquilizado. Pasaron otros minutos y de repente, a la niña le dio un ataque de rabia. Se tiraba por el suelo, se tiraba del pelo y su madre no podía controlarla. Fue sólo una tormenta, porque a los cinco minutos estaba ya otra vez tranquilamente llorando. Se sentó de nuevo en su sitio y su madre le pidió que me dijera perdón por ser tan grosera. Palabras que ella, entrecortadamente, repitió. Así que yo la dije que no pasaba nada, que a todos nos ocurría a veces que no sabíamos porqué pero empezábamos a llorar y de nuevo empecé a acariciarla. Ella se acurrucó contra mí, como un cachorrito, mientras se fue tranquilizando más y más. Su madre entonces me contó que tenía seis años, que era una niña autista y que con las caricias era como se podía llegar a ella sin palabras.
Gracias, Antonella, por permitirme vivir ese momento contigo. No hay palabras para explicar lo bien que me sentó.
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