miércoles, 6 de marzo de 2013

La importancia de las caricias


El viernes estaba sentada en un banco del hospital. Llegó una mujer con su hija. La niña no podía tener más de cinco o seis años.



A mi izquierda había dos asientos, en uno tenía colocado mi bolso y el siguiente estaba vacío. La mujer le dijo a la niña que se sentase y la niña lo hizo justo entre los dos asientos libres. Yo quité el bolso por si quería sentarse la madre a la lado de la niña, pero la madre reprendió suavemente a la niña diciéndole que debía sentarse correctamente en uno de los dos asientos, no en el medio de los dos. La niña se sentó correctamente y su madre se sentó a su lado. Al par de minutos, la niña, silenciosamente empezó a llorar. Su madre le preguntaba el motivo de sus lágrimas y yo, que cuando veo a un crío no me puedo resistir, le dije: "venga, muñeca, que tú eres muy grande para llorar". Me miró. Sus ojos castaños enormes estaban fijos en mí y a mí lo único que se me ocurrió, mientras ella seguía llorando, fue empezar a acariciarla. Como si fuera un gatito y yo la estuviera acariciando con las uñas, despacito, por esos bracitos de nena pequeña.

Después de unos minutos, paré de hacerle caricias. La niña ya se había tranquilizado. Pasaron otros minutos y de repente, a la niña le dio un ataque de rabia. Se tiraba por el suelo, se tiraba del pelo y su madre no podía controlarla. Fue sólo una tormenta, porque a los cinco minutos estaba ya otra vez tranquilamente llorando. Se sentó de nuevo en su sitio y su madre le pidió que me dijera perdón por ser tan grosera. Palabras que ella, entrecortadamente, repitió. Así que yo la dije que no pasaba nada, que a todos nos ocurría a veces que no sabíamos porqué pero empezábamos a llorar y de nuevo empecé a acariciarla. Ella se acurrucó contra mí, como un cachorrito, mientras se fue tranquilizando más y más. Su madre entonces me contó que tenía seis años, que era una niña autista y que con las caricias era como se podía llegar a ella sin palabras.

Gracias, Antonella, por permitirme vivir ese momento contigo. No hay palabras para explicar lo bien que me sentó.


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