domingo, 3 de marzo de 2013

Empiezan las rebajas



Bueno, habría que matizar la frase, porque con los tijeretazos que estamos padeciendo parece que llevamos de rebajas meses :P Después de mi ironía particular, al grano, empiezan las rebajas de verano y tengo que ir de compras: lo odio. A ver, que no es obligatorio ir de compras porque empiecen las rebajas, sino porque realmente necesito ropa.
rebajas 

Lo siento, no me gusta ir a comprar ropa. Odio el proceso de entrar en la tienda, mirar y mirar, coger algo que medianamente me guste (por no decir que no me disguste), preguntarme si me valdrá e ir con esa prenda al probador. Momento probador: huele mal, está desordenado, hace calor, te desnudas, te lo pruebas, cierras los ojos y... te miras al espejo. Pueden pasar varias cosas: te queda como un guante. Genial!! Te queda pasable. Not bad!! O te puede quedar como un tiro. En mi caso, sólo se dan estas dos últimas posibilidades.

Vale, acepto que no tengo una talla 38. También acepto que no puedo hacer un anuncio de Special K. Pero, ¿es que no tengo derecho a vestir? Sí, tengo dos opciones: vestir con un saco o gastarme el dinero que no tengo en comprarme ropa.

Así que he pasado por muchos procesos a la hora de comprar ropa: usar ropa de persona mayor cuando era adolescente, ir a comprar ropa a la quinta puñeta (literalmente), comprar ropa por internet en USA o UK (intentando elegir entre tanta ropa hortera, por cierto), gastarme (mi madre sobre todo) un pastón. Y en esto incluyo, hacerme ropa a medida.

Claro, alguien puede pensar si no sería más fácil adelgazar que pasar por todo este proceso. Pues mire usted, no es tan sencillo y prometo dedicarle varios posts al tema.

Después de este inciso, sigo con la ropa para tallas grandes. Tampoco es que me guste especialmente la ropa comercial que parece que van todas las niñas uniformadas. Pero es que no quiero vestir como me dicta alguien que no está gordo (gordo, relleno, ancho de huesos, de construcción fuerte, o como se quiera decir) y que no sabe cómo me siento con una ropa que me tira de todas partes. Así que, ir a comprar es una tortura.

Uno de mis sueños, y no es por mí sola, es que algún día pueda ir a una tienda y cualquier persona, tenga la talla que tenga, se pueda comprar la ropa allí. De momento, como ese sueño no se cumple, pues decidí hace no mucho aprender a coser. Soy muy, muy torpe. Pero estoy convencida de que en algún momento seré capaz de hacer una camiseta o una falda para mí.

Y todo eso se lo tengo que agradecer a las chicas de Sweet Sixteen, a Marian y a Vir, pero, especialmente a la que ya considero mi amiga Vir. Con ella estoy aprendiendo todo lo que tiene que ver con el mundo de la aguja: costura, punto, ganchillo,... A ser paciente, a repetir cuando no queda bien, a ser constante practicando todos los días un poco y a ser positiva. Porque Vir es alegría, es la sonrisa permanente en la cara. El positivismo. Pero además, la paciencia absoluta. Se sienta a tu lado y te lo repite, te lo repite, te lo repite. Y dulce, despacio. Además, sin prisa... No me extraña que siempre tenga una sonrisa en la cara, porque su marido Jesús es la bomba. También, Jesús, conocerte a ti es un placer.

Gracias, Vir, por tu infinita paciencia.

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