Este fin de semana el señor Gallardón se ha desmarcado con unas
declaraciones que, cuanto menos, son innecesarias: "La malformación del
feto no será ya un supuesto para abortar". Con estas declaraciones se
desmarca el ministro de Justicia en plena vorágine de la prima de
riesgo, el hundimiento de la bolsa, el recorte de derechos sociales,...
No sé si lo hace para entretenernos o para ponerse él mismo en la picota
y evadir la atención de otros ministros. Cualquiera de las dos cosas
las ha conseguido.
No quiero entrar en demagogia barata ni en consideraciones morales, así que lo dejo aquí. Después de leer el comentario de mi amiga Mer quiero añadir lo siguiente, puesto que me lo ha recordado:
El
aborto por malformación del feto a veces no es una opción, sino una
obligación. Hay enfermedades con las que un bebé puede sobrevivir, mejor
o peor, con tratamientos, pero puede sobrevivir. Hay otras veces que el
parto de un bebé con anomalías fetales conllevan la muerte a los dos
días, la semana o a la quincena. Hay niños que no desarrollan cerebros,
que no existe el tratamiento para curarlos. No se trata de que el bebé
sea moreno, cuando preferiríamos que fuera rubio. Que el bebé sea
diabético. Porque la diabetes se puede controlar, señores. Pero hay
enfermedades que llevan irremediablemente a la muerte, muchas veces con
sufrimiento, tanto del bebé como de la madre. Y no quiero seguir.
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