domingo, 3 de marzo de 2013

Donde no llega el dedo, llega la plegadera



Aclaración previa. Una plegadera es una herramienta para que se utiliza en manualidades tales como el scrapbooking o la encuadernación para doblar papel correctamente. Puede parecer una nimiedad, pero en el cartonnage, que todo quede bien es una cuestión de milímetros y también de que un pliegue esté correctamente realizado.
plegaderas


Hecha la aclaración, sigamos con el post.

Esta es una frase sin sentido para toda aquella persona que no ha usado en su vida una plegadera. Si además de explicar lo que es, se ve una imagen de la misma, esta frase adquiere mayores connotaciones sexuales de las que previamente ya pudiera tener.

Pues sí, es una frase que escuché en un taller de manualidades. Hizo que todas las chicas que estábamos allí nos echáramos a reír. Claro, no por la utilidad de la plegadera en sí, sino por su doble sentido, por supuesto. Y como si fuéramos chiquillas, seguimos haciendo frases de doble sentido durante un buen rato para seguir riéndonos. Como si ninguna de nosotras hubiéramos hablado de sexo nunca.
No era este el propósito de la entrada de hoy en el blog. Pero me parece bastante apropiado después de varios acontecimientos de estos días.

No sé cómo expresarlo, para no explicarme mal, ni para que tampoco se me malentienda. El sexo, la sexualidad sigue siendo un tema espinoso en el siglo XXI. No porque no sea natural ni esté en las conversaciones del día a día. Precisamente por eso, quizá. Porque hemos intentado darle demasiada “naturalidad” que realmente ha perdido el sentido de la naturalidad y de la espontaneidad y ha pasado a ser un tema totalmente banal.

Es decir, hablamos de sexo y de la sexualidad como si realmente viviéramos en una película porno todo el tiempo. Decimos y escuchamos con total naturalidad: a ese chico/a esa chica me la trincaba (follaba, tiraba,…). Sin embargo, seguimos viviendo nuestras relaciones sexuales con pudor y clasificando lo que se puede hacer o no dentro de un dormitorio, enjuiciando las relaciones del resto de las personas que nos rodean.
Igual que cuando hablé del amor, no me siento capaz de decir qué es lo aceptable y lo que no dentro de la sexualidad de cada uno. Eso sí, también me niego a que otros me digan lo que es aceptable de mi propia sexualidad o de la de los demás.

Por ejemplo, este fin de semana se ha celebrado el Orgullo Gay. Muchos heterosexuales se preguntan cada año el porqué de que se celebre esta fiesta y qué tiene de Orgullo ser gay. Hombre, pues mire usted. Vamos a partir de un punto de vista, yo no soy gay, pero entiendo que el colectivo LGTB festeje con una serie de eventos por la tolerancia y la igualdad,  para recordar los disturbios de Stonewall. El día de la mujer trabajadora también se conmemora y nadie se rasga las vestiduras.

Respeto - Dos manos unidas en el mundo


Otro ejemplo. No entiendo tampoco ese doble rasero para medir las relaciones entre hombre y mujer que las que hay entre una mujer y un hombre. Todo esto desde la adolescencia. Llevo escuchando toda mi vida en todas partes que unos padres que tienen una hija tienen muchos más problemas que unos que tienen un hijo. Señores, ¿en qué siglo vivimos? Por favor. Seguimos pensando que si una chica se lía con muchos chicos es una guarra, pero en cambio si un chico no se lía con muchas chicas es marica, si lo hace, es un machote. Me niego. Me niego. Y me vuelvo a negar.

Vale, sé que no puedo cambiar el pensamiento y la forma de actuar de todas y cada una de las personas que componen este mundo. Pero sí puedo cambiar la de una, que soy yo. Así que en este tema intento actuar como me da la gana, sin hacer daño a nadie, por supuesto, pero sin dejar que mi vida sea condicionada por las constricciones morales (o amorales) de otras personas.

Mi principio siempre es el mismo: actuar sin hacer daño a nadie. Y para no hacer daño, hay que respetar, cosa que no todo el mundo hace.

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